domingo, 30 de enero de 2011

Capítulo 2

Durante los dos días de estancia en el hotel los preparativos de la boda en la mansión parecían formar parte de un mundo totalmente apartado del mío.
Me metí en el mundo de los libros que Karl había llevado (yo no tenía libros, se me hacía una pérdida de dinero comprarlos cuando los podía leer en la biblioteca, aunque, después de esos días, le veía más sentido a la compra de libros propios) y traté de apartarme de mi hermanastro mayor, Jack. Al final George decidió que las habitaciones serían separadas para cada quien, así que no tuve que preocuparme por la presencia de Jack en mi cuarto de noche. Empezaba a sentirme paranoica.
Y aunado al molesto Jack estaba el patético Derek, cuya presencia resulto primero hilarante, después irritante y finalmente despreciable.
Mi hermano Karl, muy por el contrario, parecía estar enamorado de Jack. Había algo extraño en todo eso, nuestras personalidades parecían cambiar mucho en su presencia, al menos yo lo notaba. Y no dejaba de sentir ese extraño y escalofriante reconocimiento en los ojos de Jack. Sentía algo familiar, pero seguía sin saber qué…
—Y bien… ¿te vas a poner el vestido o esperas que lo haga por ti? —preguntó de forma tosca mi madre, extendiendo el brazo donde sostenía le vestido que quería que usara durante la boda hacia mí, sacándome de lleno de mis pensamientos—. Espero que estés lista para el momento en que se celebre la ceremonia, es a las tres de la tarde y sabes que no me importa si estás presente o no en el momento en que la limusina abandone el hotel. Tengo muchas cosas que hacer y como soy la novia me tengo que preparar así que hasta entonces…
Salió de la habitación y me dejó sola nuevamente. Me estaba volviendo loca seguramente, pero desde que había conocido a Jack me sentía constantemente observada y la atmósfera cargada de una sensación desagradable.
 Respiré profundo y despejé mi mente. El día era sumamente caluroso y soleado. Aún eran las once de la mañana, así que decidí que iba a darme un chapuzón en la alberca del hotel para despejar mi cabeza y quitarme el calor.

Una vez fuera, en la piscina, me encontré con una multitud de gente que estaba divirtiéndose y gozando con sus amigos y familias. Me sentí vacía al ver tal escena… me seguía preguntando ¿qué sentido tenía vivir estando en tal soledad y sin ningún propósito?
—Alex, que coincidencia encontrarte aquí. Pensé que no eras de las personas a las que les gustaba el sol y las albercas. —La voz de Derek no me sobresaltó entre aquel barullo, sólo me hizo poner los ojos en blanco y desear no haberme sentido sola, porque definitivamente era mejor estar sola que con una compañía tan molesta.
—¿En serio tienes dieciséis años, Derek?
Caminé rápido hacia la piscina y me di un chapuzón, tratando de ignorar la molesta existencia del menor de mis hermanastros, que parecía más un infante que un adolescente que ya iba a cumplir diecisiete años. Mirándolo bien, su cara incluso parecía de un chico de catorce años.
Me alejé rápidamente en el agua, pasé entre una multitud de personas en la que pude hacer que me perdiera —si es que intentó seguirme— y me metí en un rincón de la piscina que estaba vacío, debajo de uno de los puentes que conectaba un lado de la piscina con el otro. No había ni una sola persona en ese lugar, era una pequeña penumbra, así que me recargué en la pared de la alberca y me sumergí en el agua, pero de pronto sentí algo tocarme el pie. Salí del agua precipitadamente y observé hacia abajo. Me encontré con una silueta algo familiar debajo del agua, y una vez que se paró y asomó su rostro fuera del agua comprobé que se trataba de Jack. Un escalofrío recorrió mi espalda en cuanto este me sonrió.
—¡Alex! Dudé que fueras tan siquiera a poner un pie en la piscina, pensé que pasarías todo tu tiempo en el hotel leyendo el libro que tomaste de la maleta de tu hermano. —Su sonrisa se ensanchó mientras decía eso y pasaba sus manos por su cabello, retirándose empapados mechones del rostro, dejando al descubierto sus fríos ojos.
—Ya lo ves, no soy tan predecible —dije indiferente, evitando encontrar su aterradora mirada.
—Nunca lo has sido, querida —dijo con voz aterciopelada y elegante.
Resoplé.
—Hablas como si me conocieras de toda la vida.
—Hm… digamos que es fácil para mí averiguar la forma de ser de las personas.
—¡Oh, qué interesante! En fin, lamento no continuar con esta charla, pero mi propósito era refrescarme y ya lo hice, así que me retiro —dije, de forma sarcástica.
Estaba a punto de salir de aquel escondrijo, pero antes de que me retirara me aprisionó con sus brazos a cada lado mío, contra la pared.
Sorprendida busqué su rostro para ver su expresión y tratar de entender qué estaba pasando. Me encontré con su fría mirada y por un momento me quedé paralizada.
—No te muevas —ordenó, acercando su rostro al mío de tal manera que pude sentir su exhalación sobre mis labios. Levantó una mano hasta mi mejilla y retiró algo; me mostró qué era. Una pestaña—. Tus ojos tienen cierto color violeta en el centro si los miras de cerca.
Exhalé el aire que había contenido hacía unos momentos en cuanto se alejó de mí.
—Con permiso —dije. Nadé hasta el borde de la piscina y salí, me dirigí a mi cuarto y una vez ahí me desmoroné en la cama, sin aliento. Fue entonces que noté que tenía las manos heladas.
Estaba muerta de miedo…

El grupo que había empezado a trabajar en el jardín de la mansión desde hacía dos semanas había hecho un excelente trabajo en cuanto a la decoración de la boda, pero el jardín marchito seguía siendo eso: un jardín marchito.
El pasto estaba debidamente cortado, pero reseco y sin vida. Había rosales y flores marchitas por doquier. Había una fuente en el centro del camino de adoquines que guiaba desde el portón a la entrada y, en el centro de la fuente, había la figura de un ángel que era hermoso, sin embargo se me antojó macabro considerando el aspecto de todo a su alrededor.
Era una casa elegante, pero vieja y tétrica. De mis favoritas hasta hacía un tiempo, pero ahora no estaba tan segura de que me gustara vivir ahí ya que una obsesiva inquietud hacia el mayor de mis hermanastros se había apoderado de mí. No estaba tan contenta de que faltaran dos semanas para entrar a clases, ya que lo único que quería hacer ahora era estar fuera de los pasillos oscuros de la mansión, en donde era posible encontrarme en cualquier momento con Jack…
—¡Alex! —gritó la voz de Derek, que venía corriendo hacia mí con el esmoquin que usaría en la ceremonia.
“O con Derek…” pensé, ahora de forma molesta.
—¿Qué quieres? —inquirí, mostrándome indiferente.
—Nada, estaba aburrido y pensé que quizá tú también lo estabas, ya que falta media hora para la ceremonia y aún no conectan el internet aquí y no hay televisión tampoco.
—No estoy para nada aburrida —dije, mirando hacia cualquier otro lugar.
—¿Por qué no tratas de ser un poco más amable? —preguntó de repente con una nota molesta en la voz.
—¿Por qué no dejas de fastidiarme?
—Porque creo que te vendría bien un poco de compañía, ya que parece que nadie de tu familia es nada amable contigo.
Lo miré furiosa.
—¡Oh, eres un genio! ¿Cómo fue que notaste que nuestra relación en la familia es tan mala? ¿A caso somos tan obvios? —dije sarcástica, después me alejé caminando hacia la puerta de la mansión.
—¡Es que mi vida es igual! Mi hermano y mi padre escasamente se preocupan por mí o por lo que hago. El único lugar donde puedo ser más o menos feliz es en la escuela, pero en vacaciones siempre es así… Creo que podríamos entendernos… ­—Su voz se desvaneció, mientras las palabras iban cobrando cierto sentido en mi cabeza.
Me detuve en medio del pasillo de la entrada, que conectaba a la sala de estar de la mansión.
—Yo ni siquiera en la escuela soy feliz. Creo que simplemente he perdido toda habilidad para ser social. Ha dejado de interesarme el estar con otras personas, de cualquier manera sé que nadie se preocupa genuinamente por mí…
—Tu madre lo hace, estoy seguro de que…
—No, no lo hace, Derek. La única persona que alguna vez lo hizo murió hace mucho tiempo y consigo se llevó el corazón de mi madre.
Se quedó callado por un minuto.
—Al menos no eres odiada por tu madre. Mi madre murió al nacer yo, mi padre también se volvió frío al morir ella. Sé que en el fondo me culpa por su muerte. —Su voz era apenas un susurro.
En ese momento algo en mí despertó, algo que había estado dormido por mucho tiempo —si no es que toda mi vida—. Sentí pena por Derek.
—Derek, yo lo siento mucho. No tenía idea —dije. La voz me falló un momento. Ese nuevo sentimiento… ¿De dónde había surgido?
Comprendí que vi reflejada mi propia tristeza en él. Quizá no estaba tan sola como yo pensaba, quizá no era tan incomprendida.
—No pasa nada… —Se talló los ojos, que se le habían humedecido—. En fin, es por eso que quiero ser tu amigo, porque creo entender cómo te sientes. Sé lo que es vivir sin que te escuchen, sin que te presten atención y sin parecer importarle a nadie, por eso… ¿qué tal si somos amigos?
Suspiré y asentí. De alguna manera, estaba conmovida.
—Amigos…

Al fin la ceremonia de la boda se llevó a cabo, después de dos meses de larga planeación. Conocía a menos de la décima parte de los invitados. Annette, la amiga de mi madre —la persona que nos había cuidado a mí y a mi hermano cuando mi madre estuvo internada en el hospital psiquiátrico— y su esposo, Charles —con el que se había casado después de que mi madre saliera de ese lugar y nos recuperara—. También estaba ahí el señor Johnson, el cual se encargaba del seguimiento del caso de mi madre hacía dos años.
Annette era una buena persona, creo que después de mi padre, fue la segunda persona que nos demostró algo de afecto, a mí y a mi hermano, que mostró que realmente se preocupaba por nosotros. De hecho, creo que había asistido a la boda sólo para vernos a mí y a Karl, porque mi madre y ella no se llevaban bien desde hacía ya muchos años.
—¡Alex! —me saludó con su alegre voz en cuanto la ceremonia acabó y las personas se dispersaron en busca de sus asientos en las mesas, a la espera del banquete de la fiesta. Me acerqué a ella, dedicándole una de las sonrisas cálidas que tenía reservadas sólo para aquellas personas buenas, para aquellas allegadas a mi corazón.
—Annette, te he extrañado mucho —le dije mientras la abrazaba. Sentí un nudo en la garganta que me quebraría la voz si seguía hablando, por eso prefería callar.
—¡Annette! —gritó de pronto la voz de mi hermano detrás de mí. Me alejé y les di un poco de espacio también, mientras él la abrazaba. Annette también era de las pocas personas que Karl quería sinceramente. A mí no, porque solía decir que era fastidiosa, pero a ella sí… supongo que simplemente Karl era incluso más selectivo que yo con las personas que le caían bien.
Jack parecía ser una de esas personas…
“¡De nuevo Jack!” me regañé mentalmente. Estaba pensando demasiado a en esa persona… y no de la forma positiva, nunca de la forma positiva.
—Alex ¿cuánto hace que no te veo, un año? —preguntó Annette mientras me rodeaba los hombros con su brazo y me apretaba contra su costado mientras empezábamos a caminar hacia ningún lugar en particular. Karl estaba al lado de nosotras, siguiéndonos.
—Dos años y medio, más o menos —dije con media sonrisa.
Silbó con sorpresa.
—Muchísimo tiempo… Han crecido mucho los dos. ¿Has logrado hacer algunos amigos en la escuela de la que vienes? ¿No apesta el tener que mudarse a un lugar tan lejano?
—Hm… En realidad no he hecho muchos amigos, pero estoy en proceso —le dije de forma tranquilizadora.
Me miró con ojos aprensivos y frunció los labios en una mueca de disconformidad, luego miró a Karl.
—Sí, he hecho algunos amigos… pero nada de lo que no pueda desprenderme. De hecho, nuestro nuevo hermanastro, Jack, me cae muy bien —mencionó mi hermano con una sonrisa.
No mencioné nada, no me puse rígida, no tengo idea de cómo lo notó, pero repentinamente Annette me preguntó:
—¿No te cae bien a ti tu hermanastro?
Me quedé callada por unos segundos.
—¿De cuál de mis dos hermanastros hablamos?
—¿Cuál es el que no te agrada?
Hice un ruido parecido a un gemido y después la miré a los ojos. No quería mentirle y decirle que no tenía ningún problema con ninguno de mis dos nuevos hermanos, porque era ella, no quería mentirle a esa persona tan importante para mí, pero si le decía lo de mi extraño trauma con Jack… Es decir ¿qué iba a decir? ¿Su mirada me causa escalofríos y tiene un no sé qué que me da miedo? Suspiré. Yo misma me empezaba a dar cuenta de que en realidad no tenía por qué temerle a Jack, en realidad no me había hecho nada malo, aunque el incidente de la piscina era algo extraño… pero eso era común ¿no? Retirar las pestañas caídas de las caras de las personas antes de que estas se metan en sus ojos. Quizá era yo la del problema, no Jack.
—En realidad ninguno me desagrada. Antes pensaba que Derek era algo molesto, pero hemos logrado entendernos finalmente. —“Finalmente logré entenderlo, más bien”.
—Ya veo… ¿entonces no tengo de qué preocuparme? —preguntó finalmente, para asegurarse.
—Nada —aseveré.
—Me parece perfecto entonces. —Sonrió, con una de aquellas sonrisas suyas que te hacían sentir que todo estaba bien, que te hacían sentir que tus problemas se resolverían pronto, si es que los tenías—. Entonces ¿a qué escuela entrarán ahora?
—No lo recuerdo —le dije sincera, luego agregué: —. Karl ya está por entrar a la universidad.
Annette lo miró sorprendida.
—Lo había olvidado, te graduaste este año ¿cierto? —Ella tenía ahora un nudo en la garganta—. Lamento no haber asistido, nadie me dijo nada…
—No te preocupes, no fue nada espectacular —dijo Karl, minimizando el asunto y rodeándole los hombros con un brazo. Sonrió—. De cualquier forma, este es el último verano que paso con mamá y Alex, ahora viviré en Berkeley; voy a estudiar allí.
—¿En la Universidad de Berkeley? ¿Qué vas a estudiar?
—Literatura.
¡Era cierto, lo había olvidado totalmente! Mi hermano se mudaría una semana antes de que comenzaran las clases. Se me hizo un nudo en la garganta en ese momento. Me había puesto triste repentinamente ante su partida. Jamás habíamos sido los mejores hermanos del mundo —posiblemente sí los peores—, pero aún así sentía que sin él me quedaría sola.
—Karl, yo… —alcé la voz de repente, sin pensarlo dos veces. Me observaron Annette y Karl ambos sorprendidos. Annette sonrió y me dio un abrazo, después se alejó caminando.
—Los veo en un rato, tengo que ir a ver qué es lo que está haciendo Charles.
—¿Qué te pasa? —me preguntó mi hermano.
Lo miré con la cara ligeramente agachada para esconder la lágrima que se me había escapado del ojo izquierdo. Me eché a reír débilmente, mientras me tallaba los ojos.
—Nada, es sólo que creo que te voy a extrañar —dije.
Karl hizo lo que casi nunca hacía conmigo: sonrió. Pero eso no fue todo, también me abrazó. Su abrazo de alguna manera me recordó a papá. Me eché a llorar fuertemente, escondiendo mi cara en su pecho.
—No va a ser para siempre, Alex. Si quieres, cuando termines el instituto puedes irte a vivir conmigo.
Me di cuenta en ese momento de que mi hermano y yo siempre nos habíamos apoyado, sin palabras, sin sonrisas ni abrazos. El simple hecho de haber estado allí, juntos en la adversidad. El pensar que no le importaba había sido un error de mi parte, al igual que el haber fingido que él no me importaba a mí durante todo ese tiempo, desde que papá había muerto. Simplemente había sido nuestra forma de ser, pero no de sentir. Gracias a que él estaba ahí no me sentí más sola y triste de lo que ya estaba… y ahora él se iba.
—K-Karl, s-sé que esto es algo que p-probablemente no escuchas muy seguido, sobre todo viniendo de m-mí, pero te q-quiero —le dije entre sollozos, tartamudeando. No recordaba la última vez que había llorado de esa manera, posiblemente no había llorado así desde hacía diez años.
Me acarició la cabeza y me besó la frente.
—Yo también te quiero, hermana, perdón por haber sido tan seco todo este tiempo. Supongo que no recordaba cómo ser gentil con otras personas que no fueran a las que estaba acostumbrado, igual que tú ¿no?
Asentí y me dejé sostener por mi hermano, llorando sin poder parar. No sé cuánto tiempo fue el que estuve abrazando a Karl sin decir nada en la parte del jardín más alejada de la fiesta de la boda, sólo sollozando, pero él no dijo nada hasta que paré, más porque ya no me quedaban lágrimas que por sentirme mejor.
Le di un último apretón a mi hermano entre mis brazos por esa noche, y después me alejé para verle el rostro. Unos delgados caminos húmedos surcaban sus mejillas donde un par de lágrimas se habían derramado. Suspiró y sonrió.
—¿Estás mejor ahora?
Asentí y le sonreí.
—Creo que no puedo regresar así a la fiesta —dije, mientras me tallaba los ojos y observaba mis dedos con el maquillaje corrido por las lágrimas—. Me voy a mi cuarto, por favor despídeme de Annette y dile que espero que me visite más seguido.
Asintió en silencio y después me alborotó el pelo.
—Nos vemos —me dijo, antes de darse la vuelta en dirección a la fiesta.
Ya era de noche y las luces que habían sido colocadas estratégicamente en el jardín, iluminaban las estatuas y los adornos, haciendo que se viera todo como si fuera la escena misteriosa de una película.
Caminé taciturna hasta la puerta de la mansión, donde los meceros de la boda entraban y salían, de la cocina al jardín con platos llenos y del jardín a la cocina con platos vacíos. Traté de no estorbar mientras caminaba por ese pasillo, después de haber tomado mis maletas de la sala —donde se habían quedado después de haber traído todo del hotel cuando terminó nuestro hospedaje—. Empecé a caminar escaleras arriba, pero la voz de un hombre detrás de mí me detuvo.
—¿No preferiría que yo llevara esas maletas, señorita?
Me giré en redondo para ver de quién se trataba. Era un señor de pelo canoso pero abundante, con la cara de una apariencia vieja y cansada, sin embargo su postura era erecta y llena de energía. Vestía una camisa de manga larga blanca debajo de un chaleco negro, con una corbata también.
—¿Usted quién es? —pregunté.
—Mi nombre es Alfred, soy el mayordomo de esta familia desde hace mucho tiempo, señorita. Estoy aquí para servirle —hizo una pequeña inclinación como muestra de respeto.
Asentí y le entregué las maletas.
—Gracias… y mejor llámame Alex, señorita suena raro —dije indiferente mientras caminaba escaleras arriba en compañía de Alfred, quien cargaba mis maletas sin perder ni porte ni elegancia.
—Como guste —dijo, inclinando la cabeza.
El viaje hasta una de las habitaciones de la planta alta fue acompañado de un silencio sólo roto por los rechinidos de las escaleras al apoyar los pies. Pronto me encontré en una habitación enorme, con una cama con dosel y  una mesa redonda, con tres sillas de aspecto elegante rodeándola, un closet gigantesco y un tocador.
—Puedes dejar las maletas en el suelo —le dije a Alfred una vez que entramos en la habitación.
—Si quiere puedo llamar a una de las mucamas para que ordene su ropa en el ropero —ofreció.
Negué con la cabeza y dije:
—Lo haré yo misma.
Entonces Alfred asintió y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de sí y dejándome sola.
Suspiré y me acosté en la cama, abracé una de las almohadas y me pregunté cómo sería mi vida a partir de ahora. Muchos cambios estaban sucediendo, entre ellos el hecho de que ahora tenía un amigo: Derek. Quizá yo podía cambiar, ser diferente y volverme una persona más alegre. No confiaba en casi nadie, pues la persona que se suponía tenía que ser la más cercana a mí —mi madre— no era alguien quien me inspirara confianza y jamás me permití confiar en alguien que no fuera Annette —y mi hermano sin darme cuenta— en toda mi vida, por eso jamás nadie entró a mi vida. Había quizá algo particular en mí que me hacía ser como era, pero yo podía cambiar eso si quería… sólo que nunca había querido hasta ahora, porque nunca me di cuenta de que las personas como mi hermano, por más que parecen inseparables, por más que parece que siempre estarán ahí junto a ti, toda tu vida, no lo están… y sin esas personas me iba a quedar sola si no hacía algo.
Sola.
Lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos nuevamente, mientras esos pensamientos seguían rondando los rincones de mi mente. Nunca me había dado cuenta de lo mal que me sentía al encontrarme tan casi totalmente sola en el mundo… pero ahora que me daba cuenta planeaba cambiarlo, poco a poco…
Así me quedé dormida con las luces encendidas, aún con el vestido de negro de gala que me había puesto para la boda de mi madre, con el cabello recogido en un peinado elegante. La cálida oscuridad de mis sueños me envolvió lentamente, sin darles tiempo a mis lágrimas para cesar, o sin darme tiempo a mí para darme cuenta de que ya habían cesado.

Era aún de noche cuando desperté. Las luces del cuarto estaban apagadas. Busqué a tientas en la cama mi celular para ver la hora, pero recordé entonces que mi celular probablemente seguía en la maleta, ya que era de las cosas que menos ocupaba. El peinado extravagante que me había hecho la estilista para la boda me daba dolor de cabeza, así que me senté en la cama y lo deshice como pude. Al sentarme fue que me percaté, con el rabillo del ojo, de una silueta oscura en la habitación, cerca de la puerta cerrada. No estaba sola.
No dejé que se notara que me di cuenta de ello, simplemente seguí deshaciéndome el peinado, tratando de aparentar que no había visto nada, pero sentí mi pulso y mi respiración agitarse silenciosamente, mientras un sudor frío empezaba a formarse en mi nuca y la temperatura de mis manos se tornaba helada. Volví a echar un vistazo con el rabillo del ojo, pero la silueta que creí haber visto ahí desaparecido…
Tragué saliva y me levanté lentamente de la cama. Encendí una de las lámparas que estaba encima de una de las dos mesas de noche que se encontraban una a cada lado de mi cama. Comprobé entonces que la habitación estaba vacía, excepto por mí.
Me puse nerviosa y salí de mi habitación descalza, planeando encontrar la habitación de mi hermano y quedarme ahí con él —cosa que jamás había hecho, pero era la primera vez que me sentía tan aterrorizada—. Caminé por el oscuro y silencioso pasillo, buscando una puerta, pero no llegué muy lejos antes de que una voz conocida y aterradora hablara.
—¿Qué hace despierta a estas horas, Alex? —me llamó Jack, quien se encontraba justo detrás de mí. Lo reconocí sólo por su voz, puesto que su cara resultaba invisible en la penumbra del pasillo.
—Tuve pesadillas —respondí, imprimiendo la mayor fuerza posible a mi voz. No quería demostrarle lo intimidada que me sentía, aunque seguramente ya lo sabía.
—Oh, si quieres puedo hacerte compañía para hacer que tus malos sueños se alejen —se ofreció con voz amable y aterciopelada.
—No, gracias. Estoy buscando la habitación de mi hermano ¿sabes dónde está?
—Alex, Alex, Alex… Mejor no molestes a tu hermano, está muy cansado después de la larga fiesta; mejor permíteme acompañarte en su lugar, de cualquier manera tú y yo ya somos de la misma familia ¿no? —dijo, mientras se acercaba a mí.
Me petrifiqué hasta que Jack rodeó mis hombros con su brazo y me guió de vuelta a mi habitación. Cuando llegamos, respiré profundamente y me metí a la cama, mientras Jack tomaba asiento en una de las sillas que rodeaban la mesa redonda que se encontraba en una esquina del cuarto. Sus ojos grises, en la luz baja de la lámpara de noche, brillaban plateados, como los de un gato. No sabía que los ojos de las personas podían brillar de aquella manera.
—Así que dime ¿qué tipo de pesadilla tuviste? —preguntó.
—Oh… Hm… en realidad creo que ya la olvidé —mentí, aclarándome la garganta.
—Hm… No confías en mí ¿cierto? —dijo, mientras se levantaba de la silla y se acercaba hasta el lecho. Sentí mi pulso acelerarse y un sudor frío recorrerme la nuca cuando se sentó en el borde de la cama—. Alex, de verdad que soy una persona muy amable, no tienes por qué tenerme miedo.
—No te tengo miedo —respondí con voz ahogada. Mi garganta estaba seca.
Esbozó una media sonrisa y después extendió su mano por la cama hasta tomar la mía. Ahogué un gritito de sorpresa; no pareció notarlo.
—¿Entonces me vas a decir que esta es la temperatura normal de tus manos? —dijo. Mis manos se habían tornado frías, otra vez…
—Es sólo que me pones nerviosa —mentí.
—¿Nerviosa? —preguntó, levantando las cejas con inocencia, aunque noté (o imaginé) cierto sarcasmo burlón en su expresión.
Bajé la vista y crucé mis brazos sobre el pecho para retirar mi mano de la suya.
—Ya estoy bien, creo que será mejor que regreses a tu cuarto, Jack.
Sonrió.
—Me agradas, Alex. Espero que podamos llevarnos bien porque a partir de ahora viviremos juntos, espero que pronto te acostumbres a mí. Trataré de no ponerte nerviosa… —dijo, me miró con ojos de inocencia y de disposición, después apoyó una rodilla en la cama y se acercó hasta mí, hasta poner su cara a centímetros de la mía—… ¿de acuerdo?
Tragué saliva y asentí, entonces me dio un beso en la frente que fue de lo más extraño.
En cuanto salió de la habitación me sentí inmediatamente más cansada, casi sin poder mantener los ojos abiertos. Me dormí instantáneamente.


La continuación estará en el blog el 6 de febrero (había olvidado específicar ^^')

2 comentarios:

  1. SANTO CIELO ME ENCANTO TU NOVELA ERES MUY BUENA ESCRIBIENDO *O* ES FACINANTE AM BUENO ESPERO NO CAUSARTE MOLESTIAS AL ESCRIBIR AQUI ES QUE VI UN ELANCE EN LA PAGINA DE KAICHO WA MAID SAMA EN FACEBOOK DIRAS QUE CHISMOSA JAJA PERO ME ENCANTO ME ENCANTO ES POCO ME FACINO EN SERIO !! SUERTE TE SIGUO :D SOY KITTY GOMI XD

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  2. para nada pienso que seas chismosa!! por algo lo publiqué xD
    muchísimas gracias por comentar, en serio, no sabes lo motivante que es el sólo hecho de que alguien diga "me gusta lo que haces" (':
    mil gracias por haber comentado!

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