Navegué
en oscuridad mental por tiempo indefinido. En realidad no estaba consciente,
así que no me daba cuenta del tiempo que pasaba, sólo me di cuenta de que había
estado dormida en el momento en que desperté. Me encontraba en mi cama,
totalmente vestida, aunque sin zapatos, sobre las sábanas extendidas. Me estiré
con pereza, preguntándome cómo había llegado hasta ahí; fue en ese momento
cuando escuché los sonidos provenientes de un videojuego. Y al girarme en la
cama me encontré con Derek, que tenía los audífonos puestos y estaba echado de
costado en la cama, dándome la espalda.
¿Derek me trajo hasta aquí?
Recordé
lo que había pasado. Todo… ¿había sido un sueño? Me di cuenta de que mis labios
seguían sintiendo un ligero cosquilleo en ellos. Se había sentido demasiado
real, pero era imposible que lo fuera. Lo único de lo que podía estar segura
era de que había sido una de los sueños más extraños de toda mi vida.
Lo
más curioso era que la mirada del joven me había parecido idéntica a la de
Jack, y con esto no me refiero a la familiaridad que sentía en sus ojos —como me
ocurría cuando miraba los de Rose—, sino que en verdad eran idénticos, aunque
físicamente no tuvieran nada que ver. Ni siquiera se acercaba un poco al color
que tenían los ojos de Jack.
Pero… ¿cómo era que lo había
llamado? ¿Max?
Rápidamente
me levanté de la cama y me fui al tocador, donde guardaba, en uno de los
cajones, una libreta de apuntes personales; cuando tenía 13 me había surgido la
idea de escribir mis “sentimientos de soledad”, para desahogarme. Había sido
algo temporal, de unos cuantos meses, por lo cual la libreta se encontraba
llena sólo hasta la mitad, pero aún así la había conservado.
Derek
finalmente se dio cuenta de que ya había despertado, y me miró extrañado cuando
tomé la libreta del tocador y me dirigí a la mesa circular, donde cogí una
pluma y apunté el nombre que había dicho en mi sueño. Max.
“No
era el nombre que esperaba…” había dicho, pero entonces ¿cuál era el nombre que
quería escuchar y por qué había dicho yo Max?
Era
absurdo. No podía sacar de mi mente los productos de mi propia imaginación, a
esas alturas empezaba a cuestionarme seriamente si no estaba yo loca.
O si de verdad era sólo mi
imaginación…