domingo, 23 de enero de 2011

Capítulo 1

Hilos de luz se colaron a través de las cortinas cerradas de la habitación en la que me encontraba y dejaron ver motas de polvo. Estaba casi totalmente a oscuras. Las cortinas color rojo vino, de terciopelo, gruesas, cubrían en su totalidad los ventanales del alto de la pared que se encontraban en el comedor de la mansión del señor que, en menos de dos días, se convertiría en mi padrastro.
Era rico, aunque yo no me sentía afortunada. Yo no le importaba a mi madre, a mi hermano, a mis primos o tía, a mi abuela… así que mucho menos a ese señor que aparentaba todo lo contrario a indiferencia. Si algo había aprendido a lo largo de mi corta vida de dieciséis años era a no confiar en nadie, porque nada es lo que parece y nadie es lo que aparenta ser.
No me di cuenta de cómo había llegado a donde estaba, sólo recordaba haber vagado sin rumbo por los pasillos cuando me dejaron sola en la sala para ir a buscar a mis nuevos hermanastros y ahora me encontraba en el comedor sin tener la menor idea de cómo regresar a la sala.
La mesa era de madera oscura, larga como sólo lo era en las mansiones viejas. Pasé mis dedos por la superficie y me di cuenta de que estaba llena de polvo, como si no la hubieran usado en mucho tiempo.
El suelo era de alfombra, combinaba con el color de las cortinas. Me acerqué a una de las múltiples ventanas y entreabrí la cortina para poder contemplar el vasto espacio del jardín marchito. Al parecer la mansión había estado abandonada por bastante tiempo, eso me agradó. Me gustaban los lugares viejos, que escondían misterios.
Empecé a escuchar pasos acercarse desde la puerta que daba con el pasillo por el que había llegado hasta ahí.
—¡Alex! —me llamaban voces distantes; no supe si responder o no. Por un momento la idea de vagar sin rumbo por los pasillos oscuros y desolados de aquella mansión me pareció infinitamente tentadora.
“¡Qué más da!” pensé decidiendo dejarme perder en la oscuridad del caserón, ya que de cualquier manera no era como si realmente a alguien le importara encontrarme, además, si lograba encontrar la salida, el hotel en el cual se hospedarían quedaba a menos de tres kilómetros. Me creí capaz de llegar a pié.
—¡Alex! —seguían llamándome con desesperación las voces, quizá más enfadadas que preocupadas. Reconocí la voz de mi hermano mayor y el único que tenía, Karl, la de mi madre, Estela, y la de mi futuro padrastro, George, pero había dos voces masculinas que no reconocí en el coro que cada vez se acercaba más.
Asumí que eran mis hermanastros, a los cuales no había visto ni en una foto. No recordaba ni sus nombres, supongo que era porque no me importaba en lo absoluto.
El sonido de los pasos se detuvo justo en frente de la puerta por donde yo había entrado.
—Tú revisa aquí, hay que separarnos —escuché la voz de George decirle a alguien.
No hubo respuesta auditiva. Lo siguiente que escuché fueron pasos alejándose y la puerta rechinar al abrirse.
Me escondí detrás de la cortina de terciopelo. “No pueden ayudar al que no quiere ser ayudado y no pueden encontrar al que no quiere ser encontrado” pensé.
La puerta se cerró y no escuché nada más. Me pregunté si no se habría quedado parada la persona justo en frente de la puerta. Me agaché y eché un vistazo, pero no había nadie en la habitación, al menos no a la vista. Sorprendida salí de mi escondite y miré alrededor. No había nadie…
Me encogí de hombros y me dispuse a entrar por cualquiera de las puertas con la que conectaba el comedor para explorar el resto de la mansión cuando repentinamente una voz que provenía de detrás de mí se deshizo del silencio sepulcral que había reinado desde que los pasos de la multitud se habían alejado.
—¿Así que tú eres Alex? —preguntó el chico alto y delgado que estaba recargado en la pared, justo al lado de la cortina en la que yo me había escondido.
Lo escruté con la mirada. La poca luz que había en la habitación no me dejaba examinar con total claridad su rostro, pero noté que sus ojos eran claros y su cabello era negro como el carbón. Tenía rasgos finos, o al menos así me dejaba entrever la oscuridad, tenía cierto parecido con George.
Asentí sin saber que emoción debía mostrar, aunque mi frialdad habitual seguramente saldría a la luz. Era casi imposible mostrarme cálida cuando el mayor ejemplo de calidez que alguna vez tuve murió cuando yo tenía cinco, llevándose consigo el cariño de mi madre y mi hermano.
La situación era complicada. Mi madre era huérfana y había sido adoptada por los Kennedy, mi padre, Josh, era hijo biológico de la familia Kennedy, junto con la tía Beth. El abuelo Josh, llamado igual que mi padre, había adoptado a mi madre cuando tenía diecisiete años, lo cual no le pareció nada bien ni a mi abuela ni a mi tía.
Efectivamente, como las mujeres de la familia pensaban, el abuelo tenía dobles intenciones para haber adoptado a mi madre a tan avanzada edad. Abusó de ella, la convirtió en su prostituta personal, pero en lugar de ponerse en contra del abuelo, mi tía y mi abuela dirigieron su odio a mi pobre madre, que en secreto se desahogaba con mi padre.
Terminaron enamorándose y escapando juntos, lo cual hizo que mi abuela y mi tía la odiaran aún más. Un año después de su escapada, mi padre recibió una llamada de la abuela, que le informaba que el abuelo Josh había muerto y le había heredado toda su fortuna a mi madre.
Ella, por supuesto, no quiso ni un quinto de ese dinero y se lo regreso todo a la abuela y a mi tía.
Mi hermano nació cuando mi madre tenía veinte, y yo dos años después. Cuando mi madre cumplió los veintisiete años de edad mi padre sufrió un infarto al corazón. Mi madre calló en depresión, e intentó suicidarse una semana después de la muerte de mi padre, así durante todo ese año estuvo encerrada. Estuvimos, mi hermano y yo, al cuidado de una de sus amigas mientras ella estaba en un hospital psiquiátrico en recuperación. Al salir ella ya no era la misma que fue, sino una persona fría cuyo interés se había concentrado en su totalidad en el dinero y los placeres que este podía ofrecer. Había decidido desechar el amor y convertirse en una maldita.
Mi padre se llevó con él todo el cariño que podía ofrecer mi madre, él fue la única persona a la cual ella amó…
—¿Te estabas escondiendo? —preguntó burlón el chico, regresándome al presente.
—En realidad me perdí —dije sin mostrar ninguna emoción en la voz.
—¿Detrás de la cortina?
—Sí, estaba viendo el  jardín.
—Ya veo —dijo bajando la mirada, ahora escrutándome él a mí—. No te pareces en nada a Estela.
—Lo tomaré como un cumplido —dije.
Mi madre era hermosa, tenía el pelo castaño oscuro, ojos verdes y labios delgados, además de una figura escultural, pero yo tomé lo que dijo más bien en un plano emocional y no físico, aunque físicamente también éramos muy diferentes. Mi cabello era rubio, mis ojos azules y mis labios carnosos. Yo era la viva imagen de mi padre, aunque en mujer.
El silencio volvió a apoderarse de la habitación.
—Tú y tu hermano parecen muy callados —dijo finalmente.
—Hm… —me limité a decir.
—Bueno… ¿qué te parece si regresamos con la familia? –preguntó.
—Aja —dije encogiendo los hombros.
Tragó saliva mientras lo seguía. Parecía haberse intimidado.
—¿Qué edad tienes? —preguntó mientras recorríamos los pasillos.
—Dieciséis —le respondí.
Volvió a haber silencio. Quizá esperaba que le preguntara su edad también, pero en realidad no me importaba en lo absoluto.
—Yo tengo la misma edad, pero en un mes cumplo diecisiete —añadió.
El silencio me parecía totalmente normal, hasta cómodo, pero podía sentir que el estaba nervioso. Gotas de sudor empezaron a escurrir por su cuello, se estremeció y se me escapó una sonrisa. Parecía un gato asustado, contraído, tenso… totalmente opuesto a quien me había preguntado hace unos minutos “¿Así que tú eres Alex?”. No lo culpaba, la gente solía tenerme un poco de miedo y perder gran parte de su seguridad en mi presencia.
Finalmente llegamos a la iluminada sala, después de haber recorrido un laberinto de pasillos oscuros. El chico sacó del bolsillo de su pantalón negro un celular y apretó botones, después lo puso a un lado de su oído y maldijo.
—No hay señal… —murmuró.
—No tengo idea de por qué tenían que mudarse a un lugar tan apartado de la sociedad —comenté.
La mansión estaba en uno de los lugares poco habitados de Los Ángeles. No tenía idea por el momento de donde nos encontrábamos, me había quedado dormida en el avión privado de George, así que me había perdido de la explicación que nos dio, además de que mi madre no se había preocupado en lo más mínimo por hacernos saber a mí o a mi hermano de cuál sería nuestro nuevo “hogar”, para ser totalmente honesta, mi madre casi no hablaba más que para decir “el desayuno”, “la comida” y “la cena”. En los últimos meses había pronunciado unas cuantas palabras más, sólo para decir “tengo un nuevo novio” y “me casaré en dos meses”. Sí, parecía tener un vocabulario limitado, pero lo cierto es que sólo era así con mi hermano y conmigo, porque con George se deshacía en sonrisas hipócritas… Yo dudaba que en su corazón hubiera espacio para otro amor que no fuera el amor marchito por mi difunto padre. Su muerte me parecía un agujero negro que succionaba el afecto por cualquier otra persona.
Sonará loco, pero creo que la entendía… no la justificaba, pero la entendía.
Por mi parte, parecía simplemente incapaz de mostrar algo que no conocía aún, o sea afecto. En algún lugar de mi mente había un par de vagos recuerdos de mi padre y los días felices que se llevó consigo, pero no era suficiente para llenar dieciséis años…
—Entonces supongo que tendremos que esperar aquí —dijo mi hermanastro.
—Así parece.
—¿No te molestó el haber tenido que mudarte hasta acá? Yo definitivamente me opuse, pero mi padre siempre hace lo que quiere —comentó de repente, después de treinta segundos de haber guardado silencio.
—En realidad me da igual donde viva siempre y cuando haya electricidad, agua potable, comida y una librería cerca —dije secamente. No estaba acostumbrada a conversar debido a que casi no hablaba en casa y debido a la perenne tristeza que acompañaba mi soledad, por un lado era como si ya me molestara hablar con la gente sobre cosas estúpidas como lo que sentía yo o sentían ellos. Si iba a hablar, prefería que fuera de algo útil o interesante como libros, arte, ciencias quizá (me gustaba aprender cosas nuevas), incluso historias de misterio y terror.
Se quedó callado nuevamente y se sentó en uno de los sillones que estaban en la sala, cubiertos todos de sábanas blancas. Yo hice lo mismo y me quedé observando la habitación vieja y elegante. Me preguntaba por qué George había decidido mudarse ahí, comprar una casa tan vieja… aunque era cierto que era elegante y enorme, pero podía hacer muchas casas más. Quizá después de todo el esposo que había elegido mi madre (o el que la había elegido a ella) era un ermitaño.
Después de veinte minutos de haber estado esperando a que volviera nuestra “familia”, llegó al fin mi hermano. Primero observó a nuestro hermanastro jugando con su PSP, y después me dirigió una mirada mí, una mirada llena de reproche.
—Alex, te hemos estado buscando por más de una hora. ¿Dónde te habías metido, idiota? Me estoy muriendo de hambre —se quejó mientras se dejaba caer a mi lado y sacaba su celular del bolsillo —. Agh… Odio esto, no hay señal en ningún rincón de esta estúpida casota.
—Eso no es mi culpa, y tampoco es mi culpa que te hayas saltado el desayuno… —reproché con indiferencia—… ¿Nuestros “padres” no están contigo?
Negó con la cabeza.
—Pero no deben tardar, quedamos de vernos aquí en media hora en caso de que nadie te encontrara. Deberían estar aquí en unos cinco minutos…
—¿Y si tardan más?
—Si tardan más yo me largo —dijo de repente una voz masculina que provenía de detrás de nosotros. Giré mi cabeza para ver de quién se trataba y me encontré con un chico con cabellos oscuros, una mirada penetrante de ojos grises y rasgos finos. “Mi otro hermanastro” advertí por el parecido que guardaba con el otro chico y George.
—¿Y adónde piensas ir? —preguntó la voz de su hermano, que seguía metido en la pantalla de su juego.
—El hotel no está muy lejos para ir caminando. —Parecía malhumorado.
—¿Dos kilómetros y medio? —replicó el otro.
—No te estoy diciendo que vengas conmigo —cortó, después miró impaciente su reloj—. Yo también estoy muriendo de hambre.
—Si no llegan yo iré contigo —dijo Karl levantando la mano—. Me siento famélico.
No planeaba decirlo, pero también me iría. Estaba aburrida y no había logrado encontrar la biblioteca de la mansión, que había sido mi punto inicial de búsqueda. Me intrigaba pensar en qué libros viejos podría tener aquella mansión de antaño.
Pero ninguno de los planes que hicimos —ni hablados, por su parte, ni mentales, por el mío— llegó a hacerse realidad, porque mi madre y George aparecieron tres minutos después de que el hermanastro que parecía el mayor —el de ojos grises y que no jugaba con el PSP— se ensartara en una plática de comida con Karl.
—¡Alex! —gritó mi madre—. ¿Dónde te habías metido? Perdimos todo este tiempo buscándote.
—Lo lamento —dije sin lamentarlo realmente.
—Como sea… ¿Podríamos irnos ya? —preguntó Karl en tono de súplica.

Salimos al fin de la mansión y el día era soleado afuera, como casi todos lo días en Los Ángeles, aunque la carretera estaba ensombrecida por los altos árboles que la bordeaban.
Tardamos tan solo unos quince minutos en recorrer el camino de la mansión al hotel en el auto, y una vez allí cada quien se metió en sus cosas. Mi hermano y Jack —mi hermanastro mayor, cuyo nombre había descubierto después de haberlo escuchado un par de veces en la boca de George, al igual que el de Derek, el menor—, se retiraron juntos a comer a uno de los restaurantes del hotel. Yo fui a la tienda de recuerditos, a ver si vendían libros. George y mi madre se fueron a atender los asuntos de la boda, que sería en el jardín de la mansión que acabábamos de visitar, y no escuché el plan de Derek, aunque no era que me importara tampoco.
Después de haber dado mil quinientas vueltas al hotel en busca de una librería decente donde poder comprar un libro y largarme al mundo que describiera el escritor en este, me rendí, ya que no podía encontrar algo de ciencia ficción o misterio —mis géneros favoritos—. Me retiré al cuarto del hotel y al entrar me encontré con Derek acostado a una de las dos camas matrimoniales del cuarto, concentrado viendo el techo, del que sólo despegó la vista cuando yo cerré la puerta detrás de mí al entrar.
Me acerqué a la cama opuesta a la que él se encontraba, tomé el control del televisor y lo encendí, buscando algo interesante o mínimo divertido.
—¿A caso te gusta ver la televisión? —preguntó repentinamente el chico, con un tono de intriga en la voz.
—A falta de algo más que hacer… —me encogí de hombros, fingiendo concentrarme en el canal que había elegido, en el que pasaban un concurso de preguntas y respuestas.
—Podríamos conversar. A mí tampoco me gusta mucho la televisión —sugirió, en un tono de voz que clasifiqué como seductora.
—¿Coqueteando con tu hermanastra? —pregunté sonriendo burlona y mirándolo repentinamente—. No estoy interesada en ti, sólo te lo advierto para que no pierdas tu tiempo conmigo.
—No estoy coqueteando contigo —negó con voz tranquila, aunque noté un ligero rubor en sus mejillas—, es simplemente que estoy muriendo de aburrimiento y me has parecido interesante, eso es todo.
—Podemos conversar, pero todo depende de qué gama de temas me ofreces. Si me parece interesante continuaré conversando contigo, si no, prefiero ver televisión. ¿Estamos?
Asintió y después sopesó lo que diría por unos instantes.
—Mejor tú dime de qué te gustaría hablar —recomendó.
—De nada, yo quiero ver televisión —corté.
Suspiró y se echó a reír.
—Eres divertida, Alex.
—Qué lástima no poder decir lo mismo de ti, Derek.
Sonreí para mis adentros. Me comportaba hostil por costumbre, pero en realidad me empezaba a agradar su respuesta ante mi comportamiento; sus reacciones eran algo entre lo poco convencional y lo típico.
—¿Te parecería bien si habláramos entonces de qué es lo que te gustaría estudiar en la universidad?
—Me parece aburrido. ¿Qué tal si hablamos de historias de terror? ¿Conoces alguno de la casa en donde vamos a vivir a partir de ahora?
—¿Así que te gusta el terror? —preguntó alzando la cejas.
—Más bien el misterio —corregí.
—No pareces una chica gótica en lo absoluto, pareces más bien del tipo porrista —dijo observándome.
—Y al parecer la conversación se acabó antes de empezar, así que vuelvo al televisor —dije, dando por terminada la plática con aquél comentario.
Derek se echó a reír y abrió la boca para decir algo, pero justo en ese momento la puerta del cuarto se abrió y entraron Jack y Karl, enzarzados en una plática sobre el “Código Da Vinci” y algo sobre escribir un libro con un misterio de ese tipo.
—Así que aquí están nuestros hermanitos —dijo Karl, sin trazo de felicidad en la voz, sólo indiferencia.
—¿Qué hacen? —preguntó Jack mientras se despatarraba en la cama junto a Derek.
—Yo veo tele —contesté.
—Yo trato de averiguar qué tipo de persona es ella. Es divertida, pero hostil… ¿o más bien hostil pero divertida?
—Oh… que interesante —dijo mirándome—. Parece que te gusta ¿no es así?
Jack le dedicó una mirada divertida a Derek, que alcancé a ver con el rabillo del ojo. Derek puso los ojos en blanco y lo siguiente que hizo fue levantarse de la cama y salir de la habitación.
—Así que Alex… ¿Tu nombre completo es Alexandra?
—Alexia —corregí.
—Lindo nombre —comentó con una sonrisa en la voz.
Yo seguía con la vista clavada en la pantalla, pero podía sentir su penetrante mirada en mi rostro. Ese chico —y esto es algo realmente extraño en mí— me provocaba algo de miedo.
—Es ese tipo de personas que ignora a otras personas —le advirtió mi hermano, mientras sacaba un libro de Stephen King de su maleta y se acomodaba en la cama, disponiéndose a leerlo—, así que a menos de que le hables de algo que le interese es posible que no te hable. Sólo te advierto que es muy directa, así que si no le agradas lo notarás en seguida.
—Pues yo soy del tipo de personas que disfruta de molestar a otras personas, especialmente si tienen el tipo de características que tiene esta chica fría. Así que si no le agrado como si sí, me da exactamente igual. Estoy seguro de que nos podremos divertir juntos —dijo, con voz aterciopelada en la última frase.
Respiré profundo y luego le dediqué una mirada a sus ojos grises, que parecían puñales si se los miraba por mucho tiempo. Jack no me caía mal, a pesar de que me daba un poco de miedo, en realidad me parecía una persona algo intrigante, como un personaje de libro de misterio o terror, había algo familiar en él.
Después de haber cruzado miradas por diez segundos sin pestañear, un escalofrío recorrió mi columna, lo cual hizo que él se echara a reír. Yo, irritada por lo patética que fui, me levanté de la cama y me dirigí a la maleta de mi hermano; empecé a hurgarla en busca de algo para leer.
—¿Qué se supone que haces? —me dijo al ver que estaba metiéndome con sus cosas.
—Tomar prestado un libro. Prometo cuidarlo bien, palabra de Scout.
Entornó los ojos y siguió con su lectura, mientras yo tomaba un libro al azar; lo único que quería era salir de la habitación y dejar de estar en presencia de Jack.
Al salir no vi que Jack me mirara, pero de alguna manera sentí su pesada mirada en mi espalda, como un aguijón clavándose de forma sutil y nada dolorosa, pero de manera molesta, muy molesta…

Continuará en el capítulo 2

5 comentarios:

  1. esta interesante, espero qe pronto publiqes la continuacion...

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  2. muchas gracias, el plan es publicar el siguiente capítulo la próxima semana (el 30 de enero)
    me alegra mucho que te haya gustado x)
    gracias por comentar

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  3. ya lei el 2do capitulo... pero sabes qe me desespera... esperar tanto tiempo para poder seguir leyendo... uno esta ya encarrerado y tiene qe esperarse para seguir leyendo tu interesante historia ... me gusta :)

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  4. lo siento!!! ^^' es que apenas está en proceso de escritura y me apuro para tener listo un capítulo por semana... de hecho creo que habrá segunda parte del capítulo dos... perdón y muchas gracias, espero que te siga gustando la historia conforme vaya avanzando.. se va enrendando jaja me dio dolor de cabeza cuando apenas la estaba hiando en mi mente xd
    gracias por comentar (:

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  5. :D ALe-chan te dije que me pasaría, este me pareció interesante por el elemento que uno llamaría "fanservice" es decir, me identifico (un poco) con Alex... pero tampoco tan extrema jajaja ^-^

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